"Este espacio se basa en la visión holística del ser humano, como unidad del cuerpo, la mente y el espíritu"



lunes, 18 de julio de 2011

Quien recibe...


...una sesión de masaje tradicional tailandés sabe cuán complejo es comunicar esas sensaciones.
De entrada sorprende la duración, que puede rebasar fácilmente las dos horas, y la calma del masajista, que actúa como si tuviera todo el tiempo del mundo para relajar cada parte del organismo. Recalquemos que no estamos ante el clasico masaje de amasamiento, tal como se entiende en Europa, sino ante una especie de coreografía delicada que combina estiramientos y presiones.
Por eso el masaje se efectúa vestido y el reseptor siente su cuerpo como si fuera un manequí en manos de un hábil alfarero.
El dador está siempre conciente de su respiración, sincronizada con cada fase de los movimientos, y el receptor percibe y agradece esa atención. Él también descubre lo mucho que puede ayudarle atender a su respiracíon en el curso de masaje. Ésta no sólo se hace más suave y profunda, sino que se convierte en un vehículo que, paso a paso, le permite acceder a los paisajes de su cuerpo.

La sensación de apertura se vuelve diáfana y puede envolvernos con su eco mágico durante los días siguentes, en los instantes más inesperados. Y una certeza desconocida puede tomar cuerpo y empequeñecer a todas las démas: sin esfuerzo quizá descubramos que las piernas no están para salir corriendo, que nada impide aflojar los hombros y respirar, que podemos simplemente ser y amar con sólo darnos permiso.
Tras tantos años de tensiones y de errar por caminos inciertos podemos sentirnos como un niño que habita un cuerpo nuevo, relajado y disponible para cualquier acción.

Josan Ruiz

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